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domingo, 7 de diciembre de 2008

Cuentos de las estepas kazajas. El rico y el pobre (4ª parte. Final)


Después de separarse de su hermano, Huseyn también se convirtió rápidamente en un jan y vivía en una gran ciudad. Un día, cuando Hasan ya no se encontraba entre los vivos, Huseyn se puso melancólico y decidió partir a buscar a su hermano. Una vez dispuesto su caballo, Huseyn se puso en camino hasta llegar al lugar en el que se habían separado. El puñal se encontraba en el mismo lugar, y sólo la mitad de la empuñadura que miraba hacia el camino que había tomado Huseyn seguía entera, mientras que la otra parte se había quemado. Huseyn comprendió que Hasan había muerto. Se puso a llorar y pensó: “Aunque no estés vivo, iré a buscarte”.
Tomó junto a su caballo el camino que había emprendido su hermano y al poco tiempo llegó a la ciudad en la que había vivido Hasan. Lo recibieron con un gran respeto y lo condujeron a palacio. Allí Huseyn se encontró con una joven chica y supo que ésta era la esposa de su hermano.
El visir había regresado a la corte, pero su humor era excesivamente alegre y hospitalario, lo que hizo recelar a Huseyn. “Aquí hay algo más, - pensó él, - ¿No habrá sido mi pobre hermano víctima de este visir?” Huseyn estuvo toda la noche pensando en ello, y por la mañana, supo por Janshaim que su hermano había salido de caza y había ido solo hacia la orilla del río.
Así como le ocurrió a Hasan, Huseyn se vio envuelto en medio de una fuerte ventisca. El mismo abeto que se había convertido en la tumba del hermano, también dio asilo a Huseyn. Husmeó la hoguera y también vio entre las ramas a una anciana y así como su hermano, sintió lástima por ella.

- ¡Abuela, baja del árbol! Caliéntate, - dijo.
- Yo bajaría, hijito, - dijo la anciana, - pero me dan miedo los perros; espera, que lo voy a amenazar con el palo!
Huseyn miró a la anciana y sintió como algo le pinchaba en el corazón. Se levantó de la piedra en la que se había sentado y levantó su arma.
- ¡Venga, baja o disparo! – dijo apuntándola. La anciana bajó temblando del árbol.
- Me parece que tú sabes dónde está mi hermano; habla o te mato, - la amenazó.

- La piedra en la que estabas sentado era tu hermano, - contestó la anciana. – El visir me ordenó que lo engañara y lo matara. Ten clemencia y te devolveré a tu hermano. Coge la vara escondida entre las ramas y agítala.
Así lo hizo Huseyn, y ante sus ojos la piedra se volvió a convertir en su hermano Hasan. No hace falta explicar cómo se alegraron los hermanos al verse, después de estar tanto tiempo separados.
Huseyn se quedó como huésped de Hasan durante mucho tiempo y un día le dijo:
- Ahora, Hasan, voy a recordarte un refrán que tú mismo me dijiste en casa del viejo cazador: “El perro busca el lugar donde se harta a comer y el hombre busca el lugar donde nació”. ¿No crees que ha llegado la hora de ir a buscar a nuestros padres?
- Has tergivesado el refrán, pero estoy de acuerdo contigo. Si queremos encontrarlos vivos, no debemos demorarnos más.
Fue dicho y hecho. Hasan y Huseyn partieron con la primera caravana comercial y finalmente se detuvieron en la feria de la plaza de una ciudad en un día de fiesta. En ella encontraron a su tío, un rico comprador, que pasaba entre las filas de comercios y recibía cada caravana que llegaba. Él no reconoció a sus sobrinos, pero cuando le llamaron, éste los reconoció y los empezó a adular y se dispuso a besarlos en la mano.

- ¿Dónde están nuestros padres? – dijeron a la vez Hasan y Huseyn.
- Aquí, en la ciudad. ¿Pero para qué necesitáis vosotros a dos viejos que hace tiempo que no ven la luz? Veo que sois bastante ricos, - dijo el tío.
Preguntando por aquí y por allá, Hasan y Huseyn encontraron la vieja cabaña en la que vivían, prácticamente destruída. No había ventanas, y en la oscuridad no se veía quién se encontraba en ella. Hasan y Huseyn encendieron la hoguera y vieron frente a ellos a dos viejos ciegos vestidos con ropas sucias, desgastadas y llenas de jirones.
- ¡Padre! ¡Madre! ¿Qué os ha pasado? – gritó Hasan.
- ¿Estáis ciegos del todo? – preguntó Huseyn.
La madre lloró al escuchar las voces de sus hijos. El padre levantó la mano y dijo:
- ¿Todavía hay alguien en este mundo que me busca? ¿No serán mis hijos, que murieron hace mucho tiempo, los que han venido a visitarme?
Hasan y Huseyn les contaron todo paso por paso, dónde habían vivido, qué habían visto y cómo habían llegado hasta allí.
- ¿Por qué nos dejaste aquel día en el bosque, no fue por llevarte el oro?- preguntó Hasan a su padre.

- ¿Por qué no viniste a recogernos si nosotros teníamos todavía más oro?- preguntó Huseyn.
- No me agraviéis más, hijos míos, no tuve otra salida, - rompió a llorar el viejo. – Vuestro tío me dijo que por mandato de Allah debía mataros, ya que estábais poseídos por un espíritu maligno. Yo no podía hacerlo, pues soy vuestro padre. Separarnos de vosotros fue muy duro, y véis cómo vivimos, - vuestro rico tío no nos ayuda en nada. Pero el castigo más cruel es que no os podemos ver.

El viejo calló. Hasan y Huseyn abandonaron la cabaña al mismo tiempo. Fueron a la feria, buscaron a su codicioso tío y lo arrojaron a un pozo muy profundo.

Cuento popular kazajo. Traducción del ruso de Ana Marco. Extraído de Б.М.Сидельникова, Казахские народные сказки // Қазақ Халық Ертегілері, Үш томдық, Жазушы Баспасы, Алматы 1971 (B. M. Sidelnikova, Cuentos nacionales kazajos, Tomo III, Ed.Ŷazuzi, Almaty, 1971).

Fotografía 1: Invierno. Kirguistán. Asia Central (Ana Marco).
Fotografía 2: Abuela y nieto. Turkestán. Kazajstán. Asia Central (Ana Marco).
Fotografía 3: Bazar. Kirguistán. Asia Central (Ana Marco).

2 comentarios:

Mar Romera dijo...

Solo deciros que me ha encantado vuestro blog. Tenemos muchas cosas en común.

Os seguré leyendo...

Un saludo muy fuerte.

Danielongo dijo...

Muy buen relato solo que me parece como recortado en algunos parrafos

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